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Esta reliquia colonial debe su nacimiento a don Sebastián de Marisancena, un cartagüeño distinguido por la Monarquía con altos títulos y prerrogativas, hijo de los españoles don Tomás de Sancena y Mendinueta y doña Juana López de la Parra y Heredia. Este Alférez Real invirtió grandes sumas en la construcción del camino del Quindío y fue fundador de la población de San Sebastián de la Balsa (hoy Alcalá), siendo estos sus terrenos, los cuales cedió para dicha fundación, aunque allí ya existía una pequeña aldea cuyo nombre era Furatena. El rey lo recompensó con el escudo de armas tallado en piedra que hasta hoy adorna la fachada de la histórica casa y el poder agregarle a su distinguido apellido la palabra "mar", con lo que quería éste simbolizar que este leal vasallo había cruzado el océano en el real servicio. Para la construcción de la Casa del Virrey se necesitaron varios grabadores, alarifes y ceramistas que imitaron con su gran arte los bellos palacios andaluces. Su nombre producto de la necesidad de construirla para recibir al excelentísimo Virrey, en una visita que éste había ofrecido a la ciudad de Cartago. Aunque de esto aún no existe prueba documental alguna. Este coloso Cartagüeño fue merecedor por parte de la corona el privilegio llamado "de cadena" que consistía en indultar a los reos condenados a muerte que lograsen agarrarse del aldabón de la puerta de la casa de aquel noble español. Fue este además recomendado por la Sociedad Científica Francesa y por el Gobierno Español, los grandes sabios Barón de Humboldt y Bompland quienes alojo en su casa.
Contrajo Matrimonio el 18 de Agosto de 1783, con doña María Josefa Sanz de San Juan y Vicuña pero la felicidad no reinó en este hogar por muchos años. Cuenta la tradición oral que apenas nacida la última hija de los Marisancena, Margarita Luisa de la Cruz, llegaron a visitar a este ilustre casa tres nobles uno de ellos Oidor, doña María hizo buena gala de su calidad de anfitriona pero tuvo el descuido de no ataviarse con sus mejores joyas, como su marido se lo había ordenado, al abandonar la visita esta casa, don Sebastián agredió fuertemente de palabra a su esposa, la que indignada tomó la niña y abandonó aquel lugar dirigiéndose a la casa de sus padres. Nada pudieron hacer las autoridades civiles, ni eclesiásticas para volver a reconciliar tan nombrado matrimonio debido a la altivez de dicha mujer. Ya en el lecho de muerte de don Sebastián justo cuando el sacerdote administraba los sacramentos, decidió doña María Josefa presentarse ante su marido, manifestándole que perdonaba dicho ultraje, siendo este un perdón debido a las prescripciones religiosas y no de corazón. La altiva matrona entró a la habitación de espaldas y pronunció estas palabras: "Porque Dios lo manda, te perdono, pero no olvido", y se retiró de allí. Su hija Margarita Luisa de la Cruz se casó en Cartago con don Manuel José Feijoo, la cual al morir, en su féretro ataviada de lujosas joyas de la época estuvo por muchos años en una de las alcobas del piso superior de la casa. Hasta que más tarde decidieron darle cristiana sepultura. |
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